Fuente: Abrasamowski, A.
(2010). Maneras de querer “Los afectos docentes en las relaciones pedagógicas”.
Editorial Paidós. Buenos Aires Argentina
El trato tierno
hacia los niños tiene fecha de ingreso a la escuela, desplazando con su llegada
la centralidad de la coacción física en la consecución de los objetivos
educacionales. Desde principios del siglo XIX, a la par que comienza a
prohibirse expresamente los castigos corporales en las escuelas argentinas, se
demandan docentes amables, sinceros, circunspectos, dulces, firmes y justos,
que jamás usen palabras ofensivas, chanzas, burlad o den señales de irá, tal
como afirma un artículo publicado en la
Educación, en 1886 (citado en Puiggrós, 1996). No es que la violencia física
hacia los niños, dentro y fuera de la escuela, hubiera desaparecido, pero
comenzó hacer ejercida en nombre de nuevas motivaciones. Castigos propinados con
“verdadero sentimiento” y “por amor” darán cuenta de la complejidad y
ambivalencia de la nueva sensibilidad civilizada (Barrán, 1999), originando,
quizá, controversiales frases del tipo “porque te quiero de aporreo” o “lo hago
(te caigo, te pego) por tu propio bien”.
Que
se insista tanto en recordarle a todos los docentes que no deben golpear y
maltratar gratuitamente a sus alumnos y que deben tratarlos con afectos y
paciencia es un signo de que el amor pedagógico no tiene nada de natural. Por
el contrario, todo parece indicar que las muestras de cariño docente hacia los
niños serán el resultado de un imperativo: quererlos.
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