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miércoles, 25 de marzo de 2015

Afectos pedagógicos: Apropiados e inapropiados

Fuente: Abrasamowski, A. (2010). Maneras de querer “Los afectos docentes en las relaciones pedagógicas”. Editorial Paidós. Buenos Aires Argentina.

Los afectos docentes, en todas sus variantes, no son naturales, espontáneos, instintivos, universales, eternos ni inmutables. Tampoco son puros, ni algo de por si bueno o saludables. Sin perder de vista esta premisa, en este capitulo comenzaremos a analizar aquello que los maestros manifiestan que sienten por sus alumnos y por la tarea que desempeñan.

Prácticas afectivas apropiadas:

      Hablar de afectos apropiados nos hace prestar atención al hecho de que las probabilidades alrededor de nuestros deseos y nuestros placeres no son naturales sino entrenados. Este hecho permanece invisible bajo la apariencia de la buena pedagogía como “natural”. Es natural que un buen maestro deba cuidar a sus alumnos. Es natural que un maestro deba querer saber sobre sus alumnos. Es fácil olvidar, tal como Peter Cryle plantea, que la “naturalización” es ella misma una construcción moderna, una forma de organización de lenguaje a través del cual ciertas ideas sobre lo que es correcto se vuelven pensables. Entonces, cómo llegamos a sentir enseñando, cómo llegamos a desear aquellos placeres que ello proporciona puede ser entendido como un dominio que es, antes espontáneo, gobernado.  Los placeres que sentimos como “buenos” maestros no son ilimitados pues son producto de discursos disciplinarios. Maximizamos nuestros placeres pedagógicos trabajando dentro de las reglas discursivas de “enseñanzas apropiadas”. Si esas reglas dictan que las relaciones de dedicación y cuidado son el modo correcto de enseñar, entonces esto es lo que nos “sale hacer" (McWiliam, 2004).

¿Afectos políticamente incorrectos?

            Sentir odio y hacer algo con esa sensación que no sea canalizarla de manera directa en la persona del otro forma parte de la civilidad. Hacer algo con los malos sentimientos también tienen otro nombre: ejercicio de moderación. En el caso de los maestros modernos-doce McWiliam (1999: 9)- la moderación será identificada, por ejemplo, con la habilidad de negarse a levantar la propia voz estando enojado, sin importar cuanta provocación se reciba de los alumnos. Por  el contrario, el docente inmoderado responderá alzando la voz y poniendo en evidencia su ira. En otras palabras, para temperar su conducta el maestro pondrá en práctica una técnica de gobierno de sí mismo consiste en tomar distancia de los sentimientos personales y asumiendo los afectos de rol. 

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