Fuente:
Abrasamowski, A. (2010). Maneras de querer “Los afectos docentes en las
relaciones pedagógicas”. Editorial Paidós. Buenos Aires Argentina.
Los
afectos docentes, en todas sus variantes, no son naturales, espontáneos,
instintivos, universales, eternos ni inmutables. Tampoco son puros, ni algo de
por si bueno o saludables. Sin perder de vista esta premisa, en este capitulo
comenzaremos a analizar aquello que los maestros manifiestan que sienten por
sus alumnos y por la tarea que desempeñan.
Prácticas afectivas apropiadas:
Hablar
de afectos apropiados nos hace prestar atención al hecho de que las
probabilidades alrededor de nuestros deseos y nuestros placeres no son
naturales sino entrenados. Este hecho permanece invisible bajo la apariencia de
la buena pedagogía como “natural”. Es natural que un buen maestro deba cuidar a
sus alumnos. Es natural que un maestro deba querer saber sobre sus alumnos. Es fácil
olvidar, tal como Peter Cryle plantea, que la “naturalización” es ella misma
una construcción moderna, una forma de organización de lenguaje a través del
cual ciertas ideas sobre lo que es correcto se vuelven pensables. Entonces,
cómo llegamos a sentir enseñando, cómo llegamos a desear aquellos placeres que
ello proporciona puede ser entendido como un dominio que es, antes espontáneo,
gobernado. Los placeres que sentimos
como “buenos” maestros no son ilimitados pues son producto de discursos
disciplinarios. Maximizamos nuestros placeres pedagógicos trabajando dentro de
las reglas discursivas de “enseñanzas apropiadas”. Si esas reglas dictan que
las relaciones de dedicación y cuidado son el modo correcto de enseñar,
entonces esto es lo que nos “sale hacer" (McWiliam, 2004).
¿Afectos políticamente incorrectos?
Sentir
odio y hacer algo con esa sensación que no sea canalizarla de manera directa en
la persona del otro forma parte de la civilidad. Hacer algo con los malos
sentimientos también tienen otro nombre: ejercicio de moderación. En el caso de
los maestros modernos-doce McWiliam (1999: 9)- la moderación será identificada,
por ejemplo, con la habilidad de negarse a levantar la propia voz estando
enojado, sin importar cuanta provocación se reciba de los alumnos. Por el contrario, el docente inmoderado responderá
alzando la voz y poniendo en evidencia su ira. En otras palabras, para temperar
su conducta el maestro pondrá en práctica una técnica de gobierno de sí mismo
consiste en tomar distancia de los sentimientos personales y asumiendo los
afectos de rol.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario